Está ocurriendo un cambio a la vista de todos. Estamos observando dos mundos que funcionan en vías separadas. Por un lado, tienes NFTs cuyo precio impide su descubrimiento. Mercados premium donde los puntos de entrada parecen insuperables, donde la interfaz es torpe, y donde "coleccionistas" significa un grupo muy reducido de personas que ya han descifrado el laberinto. No es sostenible y, francamente, no está alcanzando a la audiencia que debería estar involucrándose con esta tecnología. Por otro lado, tienes millones de personas que ya están coleccionando, comerciando y obsesionándose con artículos digitales todos los días. Simplemente lo están haciendo en entornos de juego donde la experiencia es fluida, intuitiva y está construida en torno a la utilidad y el disfrute reales en lugar de la especulación. La brecha entre estos dos mundos no es tecnológica. Los NFTs son la tecnología subyacente que puede servir a ambos. La brecha es experiencial. Está en cómo presentamos, valoramos y distribuimos estos activos a lo largo de toda la curva de demanda. Lo que estamos construyendo no se trata de convencer a los coleccionistas tradicionales de que prueben los juegos, o de convencer a los jugadores de que se conviertan en coleccionistas de NFTs. Se trata de reconocer que coleccionar es coleccionar, independientemente del entorno. La tecnología existe para hacer que los coleccionables digitales sean accesibles, descubribles y valiosos en todos los puntos de precio y en todas las plataformas. El futuro no se trata de elegir entre coleccionables premium y activos de juego. Se trata de construir la infraestructura que permita que estos mercados se comuniquen entre sí, donde alguien pueda comenzar su viaje de coleccionista en cualquier nivel y crecer con un descubrimiento y compromiso genuinos. No estamos interrumpiendo la colección. La estamos completando.
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