Además de mis propias experiencias con la movilidad social, mi idea de creencias de lujo proviene del trabajo de Thorstein Veblen, particularmente de su libro de 1899, La teoría de la clase ociosa. Veblen, un sociólogo y economista, describió cómo las élites de su época mostraban su estatus a través del consumo ostentoso, como usar ropa delicada y cara, llevar relojes de bolsillo o asistir a eventos de baile lujosos. Si bien las posesiones materiales todavía juegan un papel en la señalización del estatus hoy en día, argumento que se han convertido en un indicador más ruidoso de la riqueza. Hace un siglo, uno podía distinguir fácilmente a los ricos de los pobres solo por su apariencia. Sin embargo, en nuestra sociedad moderna más rica, donde el acceso a bienes es más generalizado, es más difícil evaluar la riqueza de alguien a simple vista. En cambio, el estatus se expresa cada vez más a través de lo que llamo creencias de lujo, que han reemplazado en gran medida a los bienes de lujo. Estas creencias reflejan lo que el sociólogo Pierre Bourdieu denominó capital cultural. Las élites invierten en asistir a escuelas y universidades prestigiosas, donde adoptan los modales, el vocabulario, los hábitos y las opiniones de moda de la clase alta. Este proceso los encultura en la élite y los distingue de la población en general. Por ejemplo, mientras que la opinión convencional podría apoyar a las fuerzas del orden, alguien que busca señalar su estatus de élite podría abogar por la abolición de la policía o reimaginar la aplicación de la ley con ideas como contratar "interrumpidores de violencia". Tales puntos de vista poco convencionales o vanguardistas sirven como una forma de distinguirse de las masas y señalar una posición social superior.
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