Estoy profundamente decepcionado por los informes sobre la escandalosa y vergonzosa capitulación de la Universidad de Columbia ante la repugnante campaña de extorsión de la Administración Trump por $200 millones. Seamos claros: nunca se llevó a cabo ninguna investigación por parte de la Oficina de Derechos Civiles del Departamento de Educación, el único organismo encargado bajo la ley federal de investigar el antisemitismo en el campus. Más bien, a diferencia de Harvard, mi alma mater ha permitido que una institución una vez muy respetada sucumba a las tácticas coercitivas y explotadoras de la Administración Trump. Columbia ha efectivamente ondeado la bandera blanca de rendición en su batalla en el corazón de la guerra de la Administración Trump contra la educación superior y la libertad académica. Si bien Columbia necesita hacer un mejor trabajo protegiendo a sus estudiantes contra el antisemitismo en el campus, esta acción vergonzosa y humillante no mejorará de ninguna manera la situación en el campus para los estudiantes judíos. Los estudiantes, profesores, personal y la comunidad en general de Columbia merecen algo mejor que esta decisión cobarde.