La fiscal Vittoria Bonfanti de la Fiscalía Pública de Roma nos investigó durante más de un año, interceptó nuestras llamadas, nos siguió, confiscó todo nuestro equipo tecnológico y nos acusó de crímenes brutales. ¿El resultado? Después de un año, se dio cuenta de que no éramos nosotros; tenía a la persona equivocada. ¿Por qué no le preguntó a Telegram quién era el verdadero propietario de la cuenta incriminada antes de esta cómica investigación?
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