en los últimos quince años en Toronto, han desarrollado un patois jamaicano-somalí que ahora hablan niños de todos los orígenes. Es etnográficamente fascinante.
no estoy diciendo que sea estéticamente genial, pero el hecho de que este particular sincretismo sea posible sugiere que la historia no ha terminado y que estas ciudades no van a convertirse en permanentemente balcanizadas
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