Cuando tenía 21 años, estudié en el extranjero en Edimburgo e hice una pasantía para un miembro del Parlamento escocés (un conservador). Un viernes por la tarde, me dijo que me llevaría de excursión. Recogió a su esposa y los tres nos dirigimos a una finca escocesa verdaderamente palaciega con mucho Scotland Yard dando vueltas. Me presentaron a su viejo amigo, el ex Secretario de Estado para Escocia (el ministro del gabinete del gobierno del Reino Unido que representa a Escocia), y a su esposa. Luego entramos y allí, en una sala de estar, estaba Margaret Thatcher. Todos se sentaron en sillas tapizadas y Lady Thatcher se sentó en un sofá (un pequeño sofá). Me hizo señas para que me sentara a su lado. Los seis procedimos a hablar sobre el futuro de los conservadores escoceses (alerta de spoiler: al partido no le ha ido tan bien desde entonces) durante la siguiente hora. Era extremadamente ingeniosa y aguda como una tachuela.