Cruzamos el test de Turing y a nadie le importó una mierda. No hay desfiles. Sin titulares de portada. justo... Un encogimiento de hombros casual. Como: "Oh, sí, las máquinas son lo suficientemente inteligentes como para engañarnos ahora. De todos modos, ¿qué hay para almorzar?" Ese silencio te dice todo sobre el ritmo al que nos movemos. En mis clases de informática, el test de Turing era tratado como el jefe final. Ahora, cada avance es otro maldito martes.
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