¿En tu vida, estás ganando a los demás o te estás mejorando a ti mismo? Pasamos media vida compitiendo con el mundo exterior, comparando riqueza, estatus, y quién brilla más. Pero solo al mirar hacia adentro podemos realmente volvernos fuertes, no es necesario ascender al cielo, porque ya eres el cielo. Conocer a los demás es inteligencia, conocerse a uno mismo es claridad. Ver a través de los defectos de los demás es astucia, pero ver claramente nuestras propias codicias, miedos o inseguridades es la verdadera comprensión. La mayor ilusión de la vida es pensar que nos conocemos lo suficiente. Vencer a los demás requiere fuerza, pero vencerse a uno mismo requiere carácter; la verdadera fortaleza es atreverse a enfrentar el caos y las corrientes oscuras de nuestro interior, reconocer nuestra ignorancia y arrogancia, y aceptar nuestras debilidades y heridas. El campo de batalla de la vida no está en el exterior, sino en la silenciosa lucha con la pereza de nuestro corazón al abrir los ojos por la mañana. Cuando la ira se desata, tranquilamente conviértela en un estanque sereno en tus ojos. Las victorias externas son efímeras, el verdadero significado de la vida radica en la superación interna. El que está satisfecho es rico. La codicia es otra forma de pobreza; un pobre no es alguien que tiene poco dinero, sino alguien que siempre siente que no es suficiente. En una cabaña en la montaña, con un poco de comida y un sorbo de bebida, la tranquilidad en el corazón es la verdadera riqueza. Siempre estamos persiguiendo cosas externas, pero olvidamos preguntarnos si lo que tenemos ahora ya es suficiente. La verdadera abundancia es descubrir la plenitud en este momento, no en lo que poseeremos en el futuro.
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