La buena noticia sobre la implosión de la marca del Partido Demócrata es que a los votantes no les gustan ni confían en las instituciones de todos modos, y ha sido un desafío para los candidatos demócratas que muchos de ellos sean vistos por los votantes como autómatas no auténticos que recitan el último boletín de la sede del partido. Ahora que la marca ha tocado fondo, vas a ver más herejes, más demócratas compitiendo efectivamente contra el establishment, incluso contra la marca del Partido Demócrata. Y en un electorado antiinstitucional y antisistema, eso es mucho mejor que el primero. Va a ser un desastre, e incluso, tal vez, un desastre total. Pero en general, creo que los demócratas deberían estar entusiasmados de cambiar el problema de demasiada conformidad por el problema de demasiada herejía.