Las DAO se han ganado su mala reputación: lentas, ineficientes y, a menudo, secuestradas por políticos aficionados que crean estados de bienestar en cadena. Pero a pesar de eso, sigo creyendo que las DAO pueden ser algo hermoso. Un negocio descentralizado que no depende de ninguna entidad. Una organización generadora de ingresos que administra de manera sostenible y perpetua un software imparable.
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