Al llegar a la mediana edad, hay que tener una mentalidad muy decidida: no explicar, no complacer, amarse a uno mismo con generosidad. Ya no tengo interés en dejar una buena impresión a cada persona, no refuto lo bueno ni lo malo, no quiero explicar, y menos aún tengo ganas de hacerlo. Cuánto me entiendas es lo que es, y cómo me percibas es lo que mereces de mí. En cuanto a cómo me ves, no es importante ni necesario.
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