Un árbol se parece más a un árbol cuando pierde sus hojas, y una persona se parece más a una persona cuando se detiene. En esta era en la que incluso respirar se ha vuelto acelerado, debemos aprender a sedimentar. Hay que darse tiempo, no apresurarse, avanzar paso a paso, día a día, y no angustiarse por no haber crecido. La tierra también necesita su temporada de arado, debes calmarte y practicar, deshacerte de pensamientos dispersos, no ser ambicioso y no rendirte fácilmente. La confianza que proviene de la tranquilidad es el resultado de una acumulación profunda. Por lo tanto, valora tu temporada de caída de hojas, dale a ti mismo el derecho a la nieve, como si cuidaras de un árbol que está invernando, no temas a la cobertura silenciosa, ni te apresures hacia un amanecer inmediato. Cada copo de nieve que cae nutre y entierra silenciosamente las raíces, cada estiramiento en la oscuridad se prepara para la próxima salida hacia el sol, acumulando una fuerza imparable.