Señalar los problemas de los demás es una tarea que consume mucha energía. Porque no solo tienes que gastar esfuerzo en convertir los problemas de los demás en un lenguaje que puedan entender, sino que también necesitas tranquilizarlos, lidiar con sus emociones, y al final, si no tienes éxito, el resultado de enojar a la otra persona inevitablemente te desgastará. En este mundo, la mejor manera de aconsejar a los demás es una sola: influir en lugar de intentar convencer, y mucho menos cambiar.
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