El progreso en este país nunca es fácil ni rápido. Por cada pocos pasos hacia adelante ganados con tanto esfuerzo, podríamos tropezar un par de pasos hacia atrás. Pero a veces, el esfuerzo lento y constante de las generaciones es recompensado con una justicia que llega como un rayo. Eso es exactamente lo que sucedió en un notable sprint de la historia hace diez años esta semana.
La Corte Suprema confirmó una parte crítica de la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio. Un día después, reconoció un derecho constitucional al matrimonio igualitario. Y esa misma tarde, una congregación en Charleston, todavía conmocionada por un horrible acto de violencia racial, pero fortalecida por el extraordinario coraje de amigos y vecinos comunes, dirigió al país en un coro de Amazing Grace.
Fue una semana que reafirmó nuestras libertades. La libertad del miedo de que una enfermedad o un accidente aleatorio pueda costarnos todo. La libertad de casarnos con quien amamos. La libertad intrínseca a un pueblo que, incluso cuando perdemos el rumbo, nunca está atado al pasado, sino que es grande precisamente porque podemos cambiar.
El progreso en este país tampoco está garantizado. Pero esa semana, parecía que los esfuerzos de muchos, a través de las generaciones, estaban inclinando el arco del universo moral un poco más hacia la justicia. Recientemente me senté con Garrison Hayes para hablar sobre ese día y lo que puede enseñarnos a todos sobre cómo ocurre el cambio.
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