La semana pasada, la cumbre UE-China no entregó más que una declaración conjunta sin sentido sobre el clima. Ayer, la UE se rindió ante EE. UU. en comercio. Esto resalta el costo de no pensar en las consecuencias de un enfoque desarticulado en su relación con China, dejándola sin otra opción que ceder a las demandas de EE. UU. Por ejemplo: 📌Imposición de aranceles el pasado junio a las importaciones de vehículos eléctricos chinos, lo que desencadenó una escalada mutua de barreras. 📌Sanciones a empresas chinas y de Hong Kong acusadas de ayudar al esfuerzo bélico de Rusia, algunas tan recientemente como la semana pasada a pesar de las advertencias chinas de represalias. 📌Aumento de las críticas al apoyo de China a Rusia, incluso provocando una reprimenda pública del Ministro de Relaciones Exteriores chino Wang Yi a principios de este mes. Estos movimientos pueden ser totalmente comprensibles: la UE está aterrorizada por la posibilidad de que Rusia gane la guerra en Ucrania, mientras que China no quiere ver que pierda. Y los automóviles son una parte significativa de la industria de la UE. Pero la situación de estar entre la espada y la pared será difícil de vender a una Europa cada vez más dividida, con algunos países pro-China (Hungría, España), otros fuertemente anti- (Francia, Países Bajos, Polonia) y muchos incapaces de separar la política del comercio. La próxima ronda de elecciones de la UE no será hasta 2029, y mucho puede suceder entre ahora y entonces. Pero vale la pena preguntarse qué sacaría a la UE de su actual solitaria situación de elegir aliarse con un socio que ahora sabe que puede aprovecharse.
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