Después de seis años de contratiempos, comienzos en falso y ver a la Madre Naturaleza aplastar mis planes, finalmente tengo el vino que he estado persiguiendo: un Pinot Noir que muestra todo lo que puede ser mi viñedo. Déjame decirte por qué. Cuando decidí hacer vino, tenía una ventaja: la prueba de concepto. Mi papá había estado haciendo Pinot Noir de nuestro viñedo familiar. A pesar de no tener casi ningún sentido del gusto ni del olfato y improvisar por completo, los sommeliers estaban entusiasmados. Si estas uvas podían hacerlo lucir bien, sabía que eran especiales. Sabía que este viñedo era donde me haría un nombre. Tener un gran viñedo es una cosa, pero capturar esa esencia en una botella fue mucho más difícil de lo que esperaba. 2019: Clavé la temporada de crecimiento, manejé la fermentación y luego arruiné la etapa final. Seis de ocho barriles se convirtieron en vinagre caro. Error de novato. 2020: Los incendios forestales empujaron a las aves fuera de sus rutas migratorias y devoraron tres cuartas partes de mi cosecha antes de que pudiera parpadear. Dos barriles. 2021: Una helada el otoño anterior mató a todas las enredaderas hasta el suelo. Cero barriles. 2022: Las vides aún se estaban reconstruyendo. Dos barriles de nuevo. Cuatro años de hacer el vino que más me importaba y nunca tener mucho que compartir. Luego llegó 2023. Las vides se habían recuperado. El clima finalmente fue normal, por lo que no tuvimos que lidiar con plagas, incendios o heladas. En lugar de lo que se convirtió en mis dos barriles habituales de bitcoin líquido, obtuve dieciséis. Dieciséis barricas de lo que creo que es el Pinot Noir más delicado y equilibrado que encontrarás fuera de Borgoña, con esa firme columna vertebral de acidez de gran altitud que solo nuestro viñedo de Colorado puede proporcionar. Después de dos años adicionales de envejecimiento, finalmente está listo. Tomó seis años tratar de hacer esto bien. No puedo esperar a que lo pruebes.